Cuando mi amigo Santiago me recomendó leer el blog de un conocido en común, que se cree que sé yo qué, casi muero del espanto. Uno puede escribir una serie interminable de idioteces pero al menos tener el buen tino de autocensurarse antes de hacer click sobre la tecla "publicar".
Tanta insistencia en la imbecilidad me recuerda que hay demasiada gente que ha reemplazado el cerebro por un diploma.
Quizá la gente que transite por este blog piense que soy igual de imbécil o de idiota; y que solo escribo para que la lluvia de Metz no me oxide, etc., un largo etc.
Es verdad pero no me autodenomino filósofa ni creo que puedo postear un mensaje en el cual repita hasta el cansancio cosas que se repiten en todas las radios, las revistas fashion y otro largo etc.
Para decir lo que dice todo el mundo y decirlo feamente, es preferible encerrarse en el baño y fumarse un porrito para reprimir el instinto asesino de ideas.
Lo lamento, pero los gorditos sin gusto y de culo cuadrado me resultan un bofe difícil de digerir.
Volver sobre los propios pasos es la mínima tarea de alguien que se autodenomina filósofo.
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